Mar




Frente al espejo y en silencio afirmaba con la cabeza una y otra vez para convencerse a sí misma de que había hecho lo correcto. Entre los frascos de su tocador, faltaba uno: el que usó para guardar unas gotas de denso perfume y la cantidad de éter etílico adecuada. Se sirvió de tan singular mezcla para acometer la parte del plan que le correspondía.

Con los gestos delicados que su porte de gran dama le exigían, impregnó su pañuelo con el líquido elemento y se lo acercó a su amigo a la nariz con la excusa de oliera el nuevo perfume traído del lejano oriente.


Despues de inspirar varias veces, más por no desagradar a su amiga que por el interés que el perfume le despertaba, cayó en el sopor que precede al sueño y pronto quedó dormido. De detrás de la cortina salió el fiel cochero de la dama y se lo llevó rápidamente con la intención de deshacerse de él antes de que despertara.

Desquiciada por los celos y por la rabia, planificó, con la complicidad incondicional de su cochero, la desaparición del amante de su marido. No podía tolerar aquella relación, pero sobre todo no iba a consentir jamás que la noticia trascendiera y ser la comidilla de las tertulias de media tarde en los salones de te.

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Mar

  Dracaena cinnabari o el árbol de sangre de dragón. Isla Socotra

Para que el lunes no sea tan "lunes" ahí va una dosis de optimismo... a ver lo que dura ;-)


Tema: Alucinante - Platero y tú
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Mar
 




Echa un último vistazo al dormitorio para comprobar que todo queda en orden. La ropa recogida, cama hecha, el libro de cabecera en su lugar... todo está en su lugar como a él le gusta. Un poco triste, cierra la puerta. Sabe que tardará en volver.



De mala gana se pone la gabardina marrón y abre el paraguas camino hacia el trabajo. Le espera un aciago día entre informes, balances, llamadas de proveedores reclamándole pagos, órdenes de su jefe que cumplir a rajatabla y un sin fin de pequeñas cosas que surgirán sobre la marcha para complicarle aún más la jornada. Son ocho horas de trabajo las que tiene por delante y, dado el ánimo con el que las encara, cada minuto y cada hora que pase se le hará interminable.



Es por eso que cada mañana, al arreglar el dormitorio, siente que la obligación (¡que tirano es el trabajo!) lo saca de la tibieza acogedora del hogar y que cuando para cuando vuelva por la noche a retomar el camino de la cama (buen camino ese...), para él, habrá pasado toda una eternidad.


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